martes, 11 de mayo de 2010

No mentirás





La mentira, como forma de engaño, sólo puede
funcionar gracias a un antecedente de verdad.

Daniel Dennet



Confieso que he mentido y que lo haría de nuevo con la misma facilidad y tranquilidad que en ocasiones anteriores. Comienzo con esta declaración porque quiero dejar claro que abordaré el tema desde la propia experiencia. Así es que no se sorprenda si le digo que durante los pasados cincuenta minutos tuve que recurrir dos veces a la mentira.

Cuando me senté frente al teclado y escribí la primera oración timbró el teléfono y pedí con un grito que alguien contestara y dijera que no estaba en casa. Veinte minutos más tarde volvió a sonar el timbre y mi reacción fue la misma. La primera llamada fue de mi hermana y la segunda de un amigo. Así de fácil fue mentirle a estos queridos seres humanos y la verdad es que no me arrepiento. Pues entre una y otra llamada habría perdido el hilo de lo que estaba escribiendo. No piense que soy un mentiroso compulsivo, miento solamente cuando las circunstancias no me dejan otra salida.

Esa es la realidad. Mentir es tan usual en nuestros días que hay quién lo hace con tanta frecuencia que termina creyéndose sus propias mentiras. Antes de continuar es pertinente aclarar que la mentira y la falsedad no significan exactamente lo mismo aunque ambos términos se apliquen a situaciones parecidas. La acción y el resultado no son iguales; mentir es decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, se cree o se piensa, y falsear es adulterar o corromper una cosa.

Por ejemplo, ¿cuál sería el comportamiento de un vendedor de caros usados cuando quiere vender un vehículo que no está en óptimas condiciones? Tiene que escoger entre decir la verdad o mantener en secreto lo que sabe. Y si no dice lo que sabe tiene que acudir a la falsedad. Para lograr su objetivo debe distraer la atención del cliente y evitar las preguntas incómodas. Con esta acción el vendedor no miente pero oculta la verdad. Se ha reservado mencionar los desperfectos mecánicos y el desgaste en las piezas del motor. Y si logra realizar la venta sentirá que actuó correctamente y justificará su comportamiento alegando que los carros usados siempre tienen desperfectos.

Así encontraremos decenas de casos en donde la falsedad no se puede detectar fácilmente. Un ejemplo clásico es el de los medios de comunicación cuando manipulan la información con el fin de beneficiar a intereses políticos o económicos o ambos. También están las famosas ofertas con descuentos extraordinarios o el famoso "compre uno y reciba otro gratis". De esta manera se engatusa a mucha gente que termina creyendo historias cargadas de falsedades. Es inevitable, tan pronto cruzamos el dintel de la puerta y ponemos un pie en la calle nos convertimos en presas fáciles del engaño.

La mentira y la falsedad se han institucionalizado. Ante este panorama cabe preguntar si hay algo que podamos hacer para corregirlo. Yo creo que sí, pero hay que comenzar por casa. Tendríamos que reeducarnos y atrevernos a ser honestos. Pero la honestidad requiere ser practicada, hay que ejercitarla a diario como si fuera un músculo del cuerpo. Así se fortalece la voluntad y se desecha cualquier deseo contrario al bien común. Tampoco se trata de que nos convirtamos en jueces o en inquisidores del resto de la humanidad. En todo caso, si tuviéramos que señalar a alguien deberíamos empezar apuntando el dedo hacia nosotros mismos.

Aspiremos a transformarnos en personas auténticas y sinceras. Se puede, sólo hay que intentarlo y poco a poco lograremos despojarnos del lastre de la mentira y de la falsedad. Para dar el ejemplo he conectado el teléfono a un contestador automático, así nadie en casa tendrá que mentir por mí. Ahora toda la responsabilidad, si alguna, recae sobre ese maravilloso aparato que he programado para que responda y diga que no estoy.