domingo, 18 de septiembre de 2011

El lado serio del humor




Mirada de cerca, la vida es una tragedia,

pero vista de lejos, parece una comedia.

Charles Chaplin

 

 

 

Excepto por la literatura china, que es rica en humor e ironía, es muy poco lo que se ha escrito sobre el arte de hacer reír, quizá porque el asunto no se toma en serio.

 

En todas las épocas ha existido gente con talento que sabe entretener de buena manera. Recordemos la famosa Canción del festín popular como se le conocía en la antigua Grecia a las fiestas propias de las clases humildes en las que se acostumbraba embromar a los transeúntes o ridiculizar a los gobernantes, al clero y la nobleza. Aunque todo culminaba en risas y aplausos, la comedia de los griegos también se interesaba por denunciar las malas costumbres y los atropellos cometidos contra las clases desposeídas. Más adelante, y gracias al genio literario de Aristófanes (450 a.C. antigua Atenas), la comedia fue acogida por las clases educadas y aristocráticas. Esto permitió la integración de profesionales que iban de pueblo en pueblo presentando su espectáculo.

 

Los tiempos y los gustos cambian, y con los cambios nacen nuevas ideas y los paradigmas se transforman. De ahí que los cambios positivos ayuden a elevar la condición moral del individuo y de la sociedad en general. Anteriormente nos reíamos de las cantinfladas y éramos felices, ahora el humor demanda una sobre dosis de morbo que busca complacer a un público cuya imaginación y sensibilidad se atrofia cada día más.


Para ser chistoso se necesita poco, en cambio para asumir la comedia como oficio se requiere esfuerzo y dedicación. Hoy día, cualquiera, aunque no tenga talento puede subir al escenario y contar chistes. Ya lo dijo el actor y comediante puertorriqueño Luis Antonio Rivera (Yoyo) al ser entrevistado para la televisión. La joven que hacía las preguntas le pidió que le contara cómo se había convertido en cómico. Entonces, sin darse tiempo para pensar, Luis Antonio ripostó diciendo «no, no, yo no soy cómico, yo soy un comediante». Además, le aclaró a su interlocutora que cómico puede ser cualquiera, «aquel que en una fiesta o en una reunión familiar cuenta un chiste y provoca la risa de todos, ese es cómico. El comediante es un profesional, es uno que estudia, que se preocupa por aprender… un buen actor también puede hacer comedia».

 

Entonces comprendí por qué, salvo pocas excepciones, me desconcierta la comedia que se presenta en estos tiempos. Antes de que Yoyo lo explicara con tanta claridad yo creí padecer algún tipo de discapacidad mental que me impedía apreciar el trabajo de los que se dedican a la comedia en Puerto Rico. ¡En hora buena! Gracias a Yoyo aclaré mis dudas y descubrí que el problema no está en mí sino en aquellos que no toman en serio su oficio y que no son más que cómicos de ocasión.

 

A mi generación, los muchachos y las muchachas de cincuenta y un poquito más, nos acostumbraron a un humor más cultivado e inteligente. La carencia de sensibilidad estética ha permitido que los aficionados impongan su estilo con el apoyo de los que controlan el show business. No estoy en contra de la innovación, todo lo contrario, creo que hay que renovarse y reinventarse en aras de la calidad y la excelencia. Sin embargo, me parece que la decadencia que vivimos en muchos renglones de la vida, sobre todo en el caso de la comedia, se debe al insaciable deseo de consumo. El consumismo devora rápidamente cuanto se le pone por delante, y de eso se trata el negocio del entretenimiento, de vendernos cosas, muchas cosas.

 

Cantinflas y Chaplin, supieron bromear y embromar de una manera elegante. Aun cuando el tema iba cargado de picardía, nunca se llegaba a la grosería ni a lo obsceno. Artista es aquel que sabe armonizar elementos y elevar lo simple a un plano superior ya sea con el pincel, con la cámara, con su cuerpo, con la palabra o a través de la música, ahí está el detalle.

 

La broma, el chiste, la comedia, la sátira y la burla, pertenecen a una misma familia y persiguen los mismos objetivos: divertir y hacer reír. Pero con la burla mantengo distancia y sospecho que detrás de esta se esconde el deseo de lastimar. El que recurre a la burla carece de creatividad y apela siempre a los mismos temas y argumentos para ridiculizar al otro. No es lo mismo reírse con, que burlarse de. Por eso creo que la burla y los prejuicios van de la mano. Burlarse de las limitaciones físicas o mentales, de las preferencias sexuales u origen étnico de una persona es un acto discriminatorio y ofensivo a la dignidad. Incluso, hasta la manera de reír de una persona puede delatar sus intenciones; una risa espontánea y alegre denota empatía y sinceridad. Sucede lo contrario con la risa burlona y desenfrenada cuyas intenciones suelen ser malsanas.

 

El humor es arte también, por eso el buen chiste o la buena parodia no necesitan degradar al sujeto humano. Ni siquiera cuando el blanco de la mofa merece ser censurado se le debe denigrar. Es necesario, digamos imprescindible, aprender a reírnos de nosotros mismos. Digo, si es que de la desgracia y el sufrimiento no hemos hecho nuestro goce principal. Reírse de uno mismo ayuda a superar muchos complejos, miedos y traumas que nos impiden llevar una vida emocionalmente equilibrada. Aunque el sufrimiento es inherente a la existencia hay que hacer todo lo posible por encarar la vida con buen humor.

 

Sí, tenemos que aprender a reírnos de nuestras propias tonterías y de nuestras divagaciones sobre la realidad. Tengamos presente que la vida puede ser más llevadera si le añadimos un poco de gracia. «Rían, rían, cada vez que puedan, porque para sufrir les queda toda la vida» dicen que dijo Cantinflas cuando se le pidió que diera un consejo a la humanidad.