miércoles, 30 de mayo de 2012

Sobre la necesidad de creer




La duda es uno de los nombres de la inteligencia.


J.L. Borges

 

El primer pecado de la humanidad fue la fe;

la primera virtud la duda.


Carl Sagan

 

 

 

Después de sostener agotadoras discusiones decidimos que no tiene sentido dedicar tiempo a un asunto sobre el cual mantenemos posiciones irreconciliables. Discutir a partir de conjeturas y opiniones personales rinde pocos frutos. Así es que terminé mi exposición diciendo que no volvería a tocar el tema hasta que dejáramos de lado las pasiones. Además, propuse que a los próximos encuentros llegáramos preparados con datos verificables que nos ayuden a corroborar nuestros argumentos.

 

Ella cree. Yo insisto en que antes de creer es imprescindible dudar, principalmente de las verdades absolutas fundamentadas en dogmas. Ella insiste en que es necesario creer, creer en algo. Yo insisto en que si ese algo es producto de la mente debe pasar primero por el escrutinio de la duda. Ella dice que es necesario dudar para que la verdad se revele ante nosotros. En este punto coincidimos.

 

Hemos pasado muchas horas tratando de descifrar los misterios de la vida. Conectados a través del messenger con horarios antagónicos hemos recorrido los senderos del saber llevados de la mano algunas veces por Lao Tse, Platón, Aristóteles y Nāgārjuna. También hemos invitado a nuestra mesa redonda a otros y a otras, vivos y muertos, con los que hemos compartido el fruto del árbol del conocimiento. Le solicité a mi querida amiga Bárbara Granelli —eterna rival en el terreno filosófico— una tregua hasta que investigara un poco más acerca de las creencias ya que cada vez que abordamos el tema omitimos que en cada individuo y en cada comunidad humana las creencias varían en su forma y en su contenido.

 

Toda doctrina religiosa habla en nombre de una entidad cuya naturaleza no es humana y cuyo poder no está supeditado a las leyes físicas que regulan el universo conocido. Sin embargo, la necesidad de comprender aquellas cosas que a simple vista parecen no tener explicación es común a todos los seres humanos. Es una inquietud que está latente en la mente de cada persona sin importar si se cree en mundos y personajes invisibles o si solo acepta como verdadero lo que se puede comprobar a través de la ciencia.

 

Creer es una de las tantas actividades propias del cerebro. Veamos lo que tiene que decir Bruce M. Hood, del Centro de Desarrollo Cognitivo del Departamento de Psicología de la Universidad de Bristol: «La neurociencia nos dice que el cerebro físico crea la mente, las sensaciones, percepciones, emociones e ideas que nos motivan a hacer cualquier cosa, son intercambios de señales químicas dentro del complejo sistema de procesamiento de una máquina biológica. […] pero la mente no tiene una existencia corroborada en el mundo físico. […] la mente es, más bien, el sistema operativo natural que ejecuta la información entrante y saliente de la actividad cerebral».

 

Mientras el cerebro evolucionaba hace millones de años, también aumentaban las capacidades cognitivas que dieron paso a formas complejas del pensamiento. Sin esta complejidad no habría sido posible concebir una realidad alterna. «La complejidad es efectivamente el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico» dice el sociólogo y antropólogo francés Edgar Morin. Es allí, en la realidad de ese nuevo mundo invisible que se tejió el entramado mítico del cual surgieron los dioses y las estructuras que dieron paso más adelante al nacimiento de las religiones.

 

En general la gente recurre a las creencias religiosas en busca de consuelo para sobreponerse a la incertidumbre y al desamparo. Cuando el niño no puede valerse por sí mismo tiene que confiar y creer en sus cuidadores. Cuando el adulto se siente imposibilitado de manejar sus crisis existenciales suele buscar apoyo en las religiones o, en su efecto, recurre al psicólogo. Pero, ¿obran las creencias y la fe como un seguro universal que nos salva del infortunio?

 

Las religiones se originan en la cultura y todas tienen un componente sobrenatural, aunque no todo el sobrenaturalismo es religioso. Una persona que no tiene creencias religiosas puede llegar a pensar que posee aptitudes mentales especiales como es el caso de la telepatía. Lo sobrenatural cautiva la curiosidad de muchos, principalmente la de aquellos que no conciben la existencia del mundo material sin la intervención una entidad creadora. Incluso, están los que dicen no ser creyentes pero coquetean con la idea de un universo creado por una energía divina.

 

La inclinación a creer, lejos de ser una actitud individual, es un acto social. Recuerdo que a mediados de los ochenta tuve la oportunidad de participar en un evento que generó mucha conmoción debido a su carácter sobrenatural. Viajé a Puerto Rico a pasar dos semanas de vacaciones y tan pronto llegué al aeropuerto llamé a varias amistades y les comuniqué que me encontraba en el país. Uno de esos amigos me leyó por teléfono la noticia que acaparaba la atención de toda la prensa: «Aparece la Virgen en zona residencial de Naranjito».

 

En esos tiempos mi amigo y yo éramos aficionados a todo lo que se considerara sobrenatural. Compartíamos artículos periodísticos, fotografías, vídeos, grabaciones de audio y todo lo que caía en nuestras manos que nos pareciera inesplicable. El mismo día de mi llegada salimos a ver a la Virgen en el lugar de la aparición. Mi amigo, que ya había estado en el sitio el día anterior me dejó saber que no pudo ver nada que se le pareciera a la madre de Jesús.

 

Llegamos temprano en la mañana a una pequeña zona boscosa que había sido arrasada por la muchedumbre en su afán por ver la imagen de María posada sobre la copa de un árbol. Al lugar acudió gente de todos los rincones del país y de todos los estratos sociales. Algunos vinieron preparados para pernoctar y otros cargaban con cámaras y grabadoras con la esperanza de llevarse una prueba. Los creyentes lloraban emocionados y caían de rodillas mientras miraban al cielo y gritaban ¡ahí está, ahí está! Entonces, se activaban las cámaras, las vídeo caseteras grababan y la histeria se apoderaba de la muchedumbre que entre empujones y pisotones intentaban ver el fenómeno.

 

Dieron las tres de la tarde y el calor comenzaba a exasperar los ánimos, así es que le pedí a mi amigo que nos fuéramos pero él insistió en esperar hasta que cayera la noche «porque algo tenía que suceder». Me costó convencerlo de que María no iba a llegar. Por fin entendió que no era posible que la aparición de un personaje tan importante en la historia se diera en esas circunstancias. Con este argumento logré que cambiara de opinión y bajo protesta nos fuimos desilusionados. Entre dudas y conjeturas culminó el evento que ocupó la atención del país durante dos semanas. La opinión pública quedó dividida entre los que aseguraban haber visto a la Virgen y aquellos que no la vieron pero aseguraban que sintieron su presencia. A los que no vimos ni sentimos nada nos quedó el recuerdo y algunas anotaciones en el cuaderno de apuntes.

 

La inmensa mayoría de la humanidad gravita alrededor de las creencias, sin embargo, hay señales que indican que las religiones tradicionales se van quedando rezagadas en el camino porque ya no llenan las expectativas de quienes demandan que la vida debe se mejor ahora y no después en el otro mundo. Muestra de esto es la proliferación de una cantidad significativa de sectas hechas a la medida que se adaptan a las necesidades particulares de sus seguidores.

 

La modernidad ha modificado y sofisticado las preferencias religiosas. Por un lado están los que se sienten cómodos con los dioses que llegan de galaxias lejanas, mientras hay otros que le rinden culto a un pedazo de cuarzo con forma de pirámide. Y, no faltan los que acuden al astrólogo para que le analice la carta astral y les diga qué hacer con sus vidas. Pero ojo, que por encima de todas las anteriores se ha posicionado el internet, que ha conseguido arrebatar millones de seguidores a todas las creencias conocidas. Ahora, en el siglo XXI, muchos creyentes llevan una vida muy ocupada y no les queda tiempo para visitar los templos y realizar rituales. La mayoría quiere y exige que sus dioses sean más eficientes y atiendan sus solicitudes a la velocidad de 5G.