miércoles, 27 de junio de 2012

Los libros

Me niego a vivir sin libros. El libro no debe incluirse en la lista de las cosas desechables. No, no sería justo. Porque detrás de cada libro y detrás de cada palabra impresa quedan historias sin contar.
Un libro cualquiera está escrito por mucha gente, en ocasiones por toda la humanidad. Porque escribir es revivir lo que otros vieron y sintieron antes que nosotros.
Es inevitable, cuando escribimos lo hacemos con palabras y sentimientos prestados. Lo nuevo y lo original no existe, salvo en la pureza de la palabra que no ha sido pronunciada o en la palabra que no se ha escrito.
¿Quién, en su sano juicio, puede reclamar como propias las palabras que otros revelaron primero?
¿Quién, honrando la verdad, puede llamarse creador con palabras prestadas?
Sólo los necios y los pobres de espíritu reclaman como propio aquello que le fue prestado.
A esos que dicen “mi obra”, “mi libro”, les digo que tengan presente que de aquello que han tomado posesión es tan solo la leña que avivó otros fuegos en otros tiempos.
Mi libro no es mi libro, mi obra no es mi obra, y mis palabras tampoco son mías.
Si lo escrito o lo dicho fuera concluyente la vida perdería su gracia.